Tren de Comsa atravesando el barranco del Cuchitín, frente a la estación de Navidiello. Fotografía de José Luis Fernández García. |
En el momento en el que los individuos habían prendido las mechas y salieron corriendo por la boca del túnel, un guarda de la compañía, que observó este suceso, pretendió entrar en el túnel al sospechar de la actitud de éstos, sin embargo ellos mismos lo impidieron arrojándole piedras desde el alto del monte, para evitar que entrara en el túnel en el momento de la explosión lo que le evitó una muerte segura. Los daños provocados fueron el hundimiento por completo de la bóveda del túnel, en una longitud considerable. Para poder dar paso a los trenes se colocaron cimbras provisionales de madera.
En el contiguo túnel del Cuchitín (Manga del Pozo) se localizaron dos barrenos en la bóveda dispuestos para colocar cartuchos de dinamita. La compañía AGL solicitó entonces a las autoridades la presencia permanente de un puesto de la Guardia Civil en la Rampa, para evitar sucesos como éstos, lo que se lograría a partir de ese momento.
Al parecer, coincidiendo con este incidente, uno de los muros de un puente próximo a la estación de Malvedo se cayó por defectos en la construcción, lo que provocó trasbordos en los trenes de viajeros.
Solo cabe preguntarnos quiénes fueron los autores de estos sabotajes: ¿Un sabotaje intencionado por parte de la Compañía para desviar la atención y así aprovechar el corte del tráfico para reparar defectos de obra en otros puntos de la línea sin menoscabo de su prestigio? ¿Los carreteros, sin trabajo tras la apertura de la línea? ¿Alguno de los destajistas o contratistas por trabajos sin abonar por parte de AGL? ¿O fueron los últimos de la «Encarrilá», que se resistían a abandonar el país sin cobrarse sus deudas de todo tipo?