Durante mucho tiempo la rotura de ganchos en los trenes durante su subida de la Rampa fue un gran problema que causó muchos destrozos y cuantiosas víctimas entre los ferroviarios, aunque siempre por fortuna nunca se llegó a alcanzar una verdadera desgracia al chocar un corte con un tren de viajeros. Las vías de seguridad en las estaciones y la tracción por cola fueron algunas de las medidas que se tomaron, pero hasta la llegada de los frenos automáticos y la mejora del material remolcado no se pudieron evitar totamente.
Una de estas roturas de ganchos fue la sucedida en febrero de 1892, con la muerte del jefe de tren al descarrilar el tren a la entrada del túnel de Las Rozadas en la estación de Linares.
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