Esta semana ha aparecido en la prensa regional asturiana una noticia que pudiera pasar inadvertida entre el resto, pero que por su trasfondo considero de gran relevancia: “El PSOE de Lena pide al Principado que reclame una nueva estación de tren para la Pola”. El portavoz del grupo socialista lenense, de nombre Víctor Manuel Fuentes, indicó: «estamos dispuestos a llegar hasta donde haga falta para que se escuche esta antigua reivindicación», pues según su parecer, la estación actual lenense presenta «graves deficiencias», como son presencia de barreras arquitectónicas y la antigüedad del inmueble. En su descargo, indicó que «con el escenario actual no será fácil conseguir una nueva estación ferroviaria para la Pola», pero se mostró convencido de que el Gobierno regional «mediará para defender los intereses de los lenenses».
De estas declaraciones se trasluce que por la vejez del edificio pasan todos los males de la estación lenense. Es cierto que la actual estación de Pola de Lena está necesitada de algunas reformas, fundamentalmente modificar los estrechos y poco accesibles andenes intermedios o una necesaria modernización del interiorismo del actual edificio de viajeros, fruto de la acumulación de sucesivas reformas poco lucidas. En definitiva, nada que no se pueda corregir con una reforma integral, que además debería ser aprovechada para restaurar el edificio de viajeros original del Noroeste y devolverle su brillantez.
El hecho de que una estación y sus edificios presenten «graves deficiencias», no es algo inherente derivado de la «antigüedad o novedad» que tengan, pues no hay nada que impida hacerlos accesibles para todo tipo de viajeros y adaptarlos a las normativas que le sean de aplicación para el buen uso por parte del viajero del siglo XXI. Cualquiera que recorra la vieja Europa, Francia o Alemania sin ir más lejos, comprobará que tanto en pequeños pueblos como en capitales, los edificios de las estaciones son centenarios, pero no por ello son cutres, sucios o parecidos a ratoneras, algo que en España sí ocurre en muchas ocasiones, incluso con edificios de estación que cuentan con apenas una o dos décadas.
Durante muchos años, en España, quienes han estado al frente han entendido que el progreso de nuestras ciudades y pueblos pasaba por el avance renovador de la piqueta, destruyendo antiguos edificios para luego construirlos de nuevo, casi siempre con un peor gusto estético, pero en todos los casos borrando para el futuro el legado de nuestro pasado. Con esta mentalidad miope a lo largo de los siglos XIX y XX, y en aras del “progreso”, se han derribado desde antiguas murallas romanas o medievales, hasta acueductos, para permitir la apertura de nuevas calles. Este tipo de mentalidad hace que uno entienda el porqué de la situación actual de España, su bancarrota económica y cultural.
La red ferroviaria asturiana de vía ancha puede presumir de disponer aún en pié de la mayor parte de los edificios de viajeros originales de la compañía del Noroeste, unos edificios firmados por el Ingeniero Melitón Martín, una de las figuras más relevantes y menos reconocidas de la ingeniería española del siglo XIX, aunque su sabiduría no se limitaba a este campo, al llegar a ser miembro de la Academia de las Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, además de ser filósofo y escritor, y contribuir a que España adoptase el vigente sistema métrico decimal de medidas.
Este ingeniero segoviano, pero de formación académica europea, participó en el ferrocarril y la industria del gas en España desde sus orígenes, desempeñando puestos de responsabilidad y dirección de diversas compañías tanto en la realización de proyectos, construcción y explotación, periodo en el que desarrolló varias invenciones relacionadas con el material móvil o estableció la primera escuela de maquinistas españoles. Como Ingeniero Jefe de la Compañía del Noroeste su participación en la construcción de la línea de Gijón a Pola de Lena resultó fundamental, ya permitió resolver la ejecución de varios túneles de gran complejidad, como el de El Caleyo. De su mano saldría el diseño de los edificios de viajeros de la línea, modelos luego utilizados por la Compañía AGL en León y Galicia.
A lo largo de las últimas tres décadas en Asturias se han perdido ya varias de estas interesantes joyas de nuestro patrimonio, aún hoy poco valoradas. Los edificios de viajeros de las estaciones de Lugo de Llanera, Lugones, Trubia o Las Segadas ya han desaparecido para siempre, en algún caso para sustituirlos por marquesinas de autobús, o por edificios con una arquitectura más próxima a la de un supermercado.
Un edificio como el actual de la estación de Pola de Lena, con nada menos que 138 años de vida, no puede quedar al albur de un político local o de una de una compañía ferroviaria, que decidan sustituirlo por cuatro bloques de hormigón prefabricados, con irreparable pérdida en el patrimonio cultural e histórico de una villa como Pola de Lena. Parece de justicia reclamar una estación que cumpla con las exigencias de los viajeros del siglo XXI, pero para ello es suficiente con una buena reforma de la existente, realizada con respeto por los edificios históricos existentes y siempre a un menor coste. Los edificios de viajeros centenarios de las estaciones asturianas deberían contar con algún tipo de protección que evitara su desaparición inesperada y aleatoria.
No tengo ninguna duda de que el edificio tiene interés histórico y arquitectónico. Creo que menospreciamos todo lo que parece viejo por nuestro complejo de "país atrasado".
ResponderEliminarLos políticos hacen estas propuestas porque la sociedad responde favorablemente.
Sin duda esto solo cambiará si somos capaces difundir la idea de viejo no es sinónimo de ineficiente o atrasado.
Quizá podrías enviar un resumen de tu artículo a los periódicos locales para que se publique como carta al director.
Un saludo
Completamente de acuerdo con tu exposición. Aquí interviene el instinto oportunista para el que los políticos parecen estar especialmente dotados. El problema principal de Pola de Lena deriva de la estrechez de sus andenes y de una parrilla de vías concebida para unos movimientos distintos de los actuales. Si esto no se soluciona, de nada servirá levantar un nuevo edificio de viajeros. Por otro lado, muy acertada tu comparación con ejemplos europeos. Inglaterra tiene estaciones mucho más antiguas que la de Pola y cumplen su función perfectamente. El problema no es la antigüedad sino la mentalidad de quienes quieren dirigirnos.
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