viernes, 20 de julio de 2012

La desaparición del viaducto de Parana

En noviembre de 1943 se realizó un proyecto para la sustitución del viaducto de Parana por un terraplen, o más correctamente un pedraplén. Las deficiencias existentes en el anclaje de la pila metálica del lado Gijón provocaban un desplazamiento lateral del tercer tramo del viaducto al paso de los trenes descendentes, lo que obligaba a reducir la velocidad de los mismos a su paso y mantener vigilancia constante. Probablemente esta situación se debió al atentado que sufrió el viaducto durante los sucesos de la Revolución de Asturias de Octubre de 1934.



En el proyecto se contemplaba el relleno del fondo del valle con estériles de mina, 128.000 metros cúbicos en total, previo desvío del río Parana y del arroyo La Sorda mediante una alcantarilla y un túnel excavado en la roca, respectivamente, para poder asentar el terraplén directamente sobre el terreno.

En enero de 1944 se adjudicaron las obras a la empresa Goicoechea S.L. presupuestadas por algo más de millón y medio de Pesetas. Las obras no iban a resultar fáciles, pues la excavación del túnel para el desvío del arroyo de La Sorda se complicó más de lo previsto por las filtraciones de agua y el suministro de estériles de mina se retrasaba también. El contratista reclamó sucesivas revisiones de los precios, junto a la presentación de precios contradictorios por partidas no previstas, alargándose las obras por éstas causas, junto a las inherentes de la complejidad de los trabajos que debían ser simultaneados con la circulación de los trenes; el vertido de estériles de mina se hacía desde los propios vagones situándolos sobre el viaducto de Parana. En el verano de 1949 se anula el contrato con la contrata al no alcanzar entonces el terraplén ni la mitad de la altura.

Es necesario redactar un nuevo proyecto para contemplar la revisión de precios y partidas y la obra se adjudica nuevamente a la empresa Garriber. Al parecer en este proyecto se decide desguazar los tramos metálicos para eliminar totalmente la estructura, sin embargo las pilas metálicas ya estaban embebidas por el terraplén. Esta modificación obliga a aumentar la base del terraplén y su volumen mediante el vertido de nuevos espaldones de estériles sobre lo ya construido al aumentar la altura del terraplén, y por ello aumentar la longitud de los desvíos de los cauces fluviales. Estas modificaciones retrasarían la finalización de las obras, y hasta el 25 de abril de 1952 éstas no se dan por concluidas, enterrando para siempre el mito del viaducto de Parana. El coste total de las obras se multiplicaría por tres al superar los cuatro millones y medio de Pesetas.



Con esta actuación, que hubiera sido necesaria de todas formas para admitir material móvil más moderno y pesado como finalmente sucedería, desapareció uno de los viaductos más espectaculares de los ferrocarriles españoles, pues aunque no destacaba sobre otros ni por su longitud ni altura ni luz, sí lo hacía por su ubicación y características, situado en plena curva y en rampa de 20 milésimas, además de contar con pilas metálicas. Una solución similar a la del viaducto de Parana fue acometida para eliminar los viaductos metálicos de Congostinas y Matarredona. Aunque ya no se pueda desenterrar jamás el viaducto de Parana o lo que quede de él bajo el terraplén, esperemos que algún día podamos conocer la autoría del mismo.

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