Cuando descubrí la revista Amigo Tren, unos cuantos años después de su publicación, me impacto el número 0 de septiembre de 1980, un número muy asturiano, dedicado a las alemanas de Norte, el ferrocarril de Langreo, la estación de Fuso de la Reina, una maqueta ambientada en los ferrocarriles mineros asturianos y la presentación de la Asociación de Amigos del Ferrocarril de Asturias.
En el artículo de las alemanas había al final una corta entrevista a uno de los maquinistas que había trabajado con ellas en Pajares durante la tracción vapor. Transcribimos aquí aquella entrevista:
Hemos querido que una persona que prestó servicio de ayudante primero y de maquinista después en esta serie, nos hable de estas máquinas. Se trata de D. Luis Moreno Alonso, jubilado de Renfe; dejémosle que sea el mismo el que nos cuente sus experiencias y recuerdos.
Empecé el servicio en el año 20 en la Compañía del Norte. La primera máquina que llevé como ayudante fue la Varela de Montes, la 72, haciendo el servicio de viajeros al que estaban adscritas todas las de esta serie, cubriendo los trenes de largo recorrido y los tranvías de los ramales, excepto el de Trubia, que lo hacían unas locomotoras tanque.
Hay que tener en cuenta, que en aquella época eran las mejores máquinas que circulaban, y que estaban dotadas de freno de vacío. Estar de servicio en ellas era todo un privilegio y había que esmerarse para seguir disfrutando del mismo, ya que a la menor falta te quitaban.
Recuerdo en una ocasión, el maquinista con el que iba, que como buen catalán era de pocas palabras, me echó una solemne bronca, solamente por no limpiar el cubo de las aceiteras.
Estas máquinas no se comportaban nada mal para aquellas marchas. Uno de los servicios que era un toque de prueba para las máquinas, era un tranvía que subía de mañana, con una composición de tres coches de viajeros de plataforma y un furgón, y nos lanzábamos puerto arriba con ellas; bien es verdad que había veces que se paraban por el camino dos o tres veces inclusive, pero es que realmente era bastante para aquellas maquinas, cualquier otra no habría ni arrancado.
Tenían un defecto y es que no se podía llenar mucho el agua, porque al abrir el regulador, subía el agua, se metía en el freno y se frenaban.
Estas máquinas cargaban 180 toneladas y el puerto de Pajares no es difícil solamente por su trazado y sus pendientes, el mayor inconveniente es la humedad, las filtraciones de los túneles es una continua lluvia sobre el carril y eso produce el patinaje. Había veces que entrabas en el túnel y la máquina empezaba a patinar y a patinar; imagínese allí dentro con el regulador abierto a tope, el humo, el calor, aquello se convertía en autentico infierno y realmente te veías negro para salir, hay que tener en cuenta que de Gijón a León hay 90 túneles y no salías de uno cuando ya estabas dentro de otro; muchos maquinistas y ayudantes, había que reemplazarlos a mitad de camino por asfixia. Recuerdo que llevaba un caldero de agua para meter en él la cabeza, y lo peor eran las dobles y las triples tracciones.
Aquella época era dura, muy dura; más dura que la mina, que ya es decir.
Pero sin embargo, las máquinas de vapor tenían algo, vida, diría yo; algo que las eléctricas o las Diesel no poseen.
Cuando después, a partir del 54 en que pasé a tracción eléctrica y subía el Pajares cómodamente en mi 7.700 recordaba todas las penurias y los sufrimientos de aquellos héroes del progreso que hasta incluso subían dos veces cada noche en doble tracción de Fierros a Busdongo.
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