domingo, 22 de mayo de 2022

La iglesia que no movió el tren

Quien pase por la estación de Ujo habrá podido comprobar la excesiva proximidad del edificio de la iglesia parroquial a las vías de la estación, que parece incluso que se podría tocar desde la ventanilla del tren. Corre una leyenda urbana sobre que la poderosa compañía del Norte logró desplazar la iglesia románica de Ujo para poder ampliar su estación. Sin embargo, esto no es cierto, aunque la iglesia sí que cambió de fisonomía durante el pasado siglo. 

La fama del ferrocarril como elemento destructor del patrimonio histórico en España la tiene bien ganada. La implantación del ferrocarril, producida durante la segunda mitad del siglo XIX, y en especial durante la posterior ampliación de sus instalaciones primitivas motivada por el aumento de los tráficos y la precariedad de su etapa fundacional, supuso en muchos casos la destrucción del patrimonio arquitectónico e histórico de pueblos y ciudades. En realidad, el ferrocarril sirvió de excusa para modernizar las ciudades e iniciar su crecimiento fuera de los cascos antiguos, en los que habían permanecido constreñidas durante muchos siglos. Para dar paso al ferrocarril desaparecieron murallas medievales, acueductos y hasta iglesias, y por supuesto cualquier ruina o yacimiento fue devastado sin contemplaciones. Es conocido el caso del acueducto de la ciudad de Oviedo, a principios del pasado siglo, cuando tras mucha insistencia, fue derribado a instancias de la Compañía del Norte para poder ampliar sus instalaciones en la capital asturiana. En aquellos años no existía sensibilidad con respecto a estos temas y apenas se producía resistencia ante las necesidades de las poderosas compañías ferroviarias. Las voluntades de las autoridades se compraban fácilmente, aunque esto no ha cambiado con los siglos en el solar ibérico. 

El caso que tratamos relacionado con la Rampa de Pajares, es la iglesia parroquial de Santa Eulalia de Ujo, en origen un templo románico que databa del siglo XIII. En los primeros años del siglo pasado este edificio resultaba pequeño para las necesidades de la creciente población de Ujo, pese a la existencia de una nave anexa que se había añadido con posterioridad a su fundación. Además, se encontraba en un estado deplorable, de práctica ruina, por lo que era necesario dar una solución al asunto. 

Es cierto que la zona era de alto interés para la Sociedad Hullera Española y la compañía del Norte. Muy próxima al templo, y anexa a la estación, la hullera tenía una planta de aglomerados de finos de carbón para la fabricación de briquetas, que conectaba con su amplia red de vía de ancho 600 milímetros y por la cual también se llevaban suministros a la zona minera en el valle del Aller, al encontrarse allí también el Economato principal. Por otra parte, Norte tenía intención de traer a la propia estación de Ujo el arranque del ramal en ancho normal español al lavadero de Sovilla de las Minas de Aller, en plena línea y al otro lado del túnel de Ujo. Las maniobras para la entrada y salida de vagones en el apartadero de Sovilla eran complejas, sucedieron varios accidentes, y estaban condicionadas al paso de circulaciones por la línea general. El aumento de tráfico que iba a suponer la electrificación de la Rampa de Pajares con inicio en Ujo, y las maniobras del cambio de tracción, obligaban a acometer la ampliación de la estación. 

El párroco y las autoridades eclesiásticas, propietarias del templo, planeaban el derribo del templo románico y su sustitución por otro edificio de nueva planta de mayor tamaño, aunque en el mismo lugar. La Sociedad Hullera Española, dentro de su carácter paternalista, se ofreció a cubrir gran parte de los gastos de reconstrucción de la iglesia, probablemente para poder dirigirlas a su antojo, y evitar cualquier reivindicación eclesiástica. También podemos plantear la cuestión a la inversa: gracias a las buenas relaciones de la Sociedad Hullera Española con Norte, no en vano el Marqués de Comillas era accionista de ambas, la Iglesia puedo lograr frenar las aspiraciones de la compañía ferroviaria para ocupar el espacio ocupado por la vieja iglesia románica de Ujo. Al parecer, el pueblo de Ujo se encontraba dividido entre las dos opciones, la de reconstrucción o la de demolición para construcción de una nueva iglesia de mayor tamaño. 

Finalmente, se tomó una solución de compromiso que permitió compaginar ambas aspiraciones, y probablemente mantener el estatu quo entre Iglesia, hullera y empresa ferroviaria. Se obtuvo el beneplácito de la Junta Parroquial para reconstruir el templo a partir de elementos del original. De esta forma, el nuevo edificio absorbía al original como parte del mismo, pero cambiaba la orientación en planta respecto a este, es decir, la planta del nuevo era ortogonal respecto a la del original. De este modo, el aumento de superficie ocupada por la iglesia no interfería con la estación ni la vía de la hullera, al desarrollarse en paralelo a las mismas. Un directivo de la compañía de la hullera inició el proceso para declarar el edificio Monumento Histórico Nacional, irónicamente obtenido en 1923, ya iniciadas las obras de reconstrucción y la alteración irreversible del templo original.

El espacio ocupado por la iglesia quedó perfectamente ajustado en su zona de contacto con las vías, manteniendo el paso de la vía estrecha de la hullera, a modo de pasillo entre la iglesia y el muro de la estación, antes inexistente. Tras la operación no se produjo extensión alguna del perímetro de la vía ancha: el espacio ocupado por las mismas siguió siendo el mismo que existía en 1917, cuando se instaló la pasarela en esta zona, y se mantuvo a lo largo de la década de los años veinte con el mismo número de vías bajo ella. Los planos existentes así lo atestiguan. 

Las obras fueron acometidas por la sociedad donostiarra Construcciones Luis Olasategui, que colaboraba frecuentemente con la SHE, y que cedió gratuitamente a su personal y capataces. El proyecto y la dirección de las obras corrieron a cargo del arquitecto Julio Galán y el comandante de ingenieros Luis Sierra, que tampoco cobraron honorario alguno. La crónica de la inauguración y la descripción del nuevo templo fueron recogidas por el diario La Región de 24 de marzo de 1924. 

En marzo de 1924 la iglesia reconstruida fue inaugurada de forma provisional, con una solemne misa a la que asistió todo el pueblo de Ujo. Fueron recuperados para el nuevo templo el ábside, el arco frontal del altar mayor y la puerta principal, integrados en el nuevo templo, mientras que los antiguos muros, desprovistos de ornamentación fueron desechados. Hasta 1926 las obras no fueron finalizadas en su totalidad, cuando la nueva iglesia fue consagrada. La ejecución del nuevo acceso a Sovilla desde la propia estación, al parecer, aunque en los años treinta ya se ejecutó la trinchera de acceso, no fue puesta en servicio hasta los primeros años cincuenta del pasado siglo, coincidiendo con las mejoras realizadas para la electrificación de Ujo a Gijón. 

Agradecer a Guillermo Bas Ordóñez y a Javier Fernández López su colaboración para desmentir la leyenda existente con la iglesia de Ujo.  



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