En estos tristes momentos de confinamiento, aislamiento, miedos y noticias horrorosas provocadas por una pandemia, merece la pena echar la vista atrás para recordar que todo esto ya sucedió en nuestra querida Rampa de Pajares y ferrocarril asturiano. No será la primera vez que se restringa la circulación ferroviaria, se hable de cuarentenas, o se sospeche de viajeros contagiados en los trenes, como ha sucedido el pasado día 17 de marzo con un viajero en un Alvia, procedente de Madrid, que había llegado a la estación de Oviedo.
Horarios de trenes en la Rampa de Pajares del día 7 de julio de 1885 |
En el verano del año 1885 se produjo uno de los cuatro mayores brotes de cólera-morbo-asiático, como se denominada entonces, que se desarrollaron en el siglo XIX en España. Esta enfermedad contagiosa había llegado a Europa en la segunda década del siglo XIX procedente de la India. En España esta enfermedad tuvo cuatro grandes brotes en 1833, coincidiendo con la Primera Guerra Carlista, 1855, 1865 y 1885, con 750.000 fallecidos entre todas ellas. A pesar de que podríamos catalogar esta enfermedad de maldición decimonónica, pues la ciencia y la higiene consiguieron que en el siglo XX casi desapareciera de nuestro continente, en fechas tan tardías como 1979 aún hubo un pequeño brote en España.
En Asturias, los brotes de 1833 y 1855 sí que tuvieron incidencia reseñable, no tanta como en otras partes de España, en las que en el caso de alguna provincia diezmó en un 50% su población, mientras que las dos últimas, apenas tuvieron significancia. Ello no quita a que no se tomaran medidas, antes y durante los brotes.
La epidemia de 1885, iniciada en el Levante y extendida por las provincias andaluzas de Granada y Jaén, y posteriormente también Zaragoza y Madrid, provocó que las autoridades asturianas pusieran el foco en el recién abierto paso ferroviario de Pajares. Algo similar ya había sucedido en los anteriores brotes, cuando la carretera de Castilla se había bloqueado al paso por el pueblo de Pajares. En aquel momento, en pleno verano, la preocupación era el regreso de los segadores asturianos, que habían acudido a Castilla y finalizada la temporada, regresaban al país. Otro de los temores era que familias de Madrid, a la llegada de los primeros casos, tomasen las de «Villadiego» y huyesen de la Corte, como ya había sucedido en otros brotes, recalasen en Asturias e introdujeran el bacilo. Los bañistas también eran otro de los colectivos de los que se desconfiaba.
La prensa asturiana instaba a las autoridades a instalar un lazareto en Pajares o Busdongo, o en el Valle de las Piedras, para que los viajeros pasasen la cuarentena antes de entrar en Asturias: Durante la época actual, siete días ó diez de observación en las alturas de Pajares no son para nadie gran molestia y en cambio constituirían para los asturianos una garantía importantísima, la mejor que pudieran ofrecernos…Salus Populi Suprema Lex.
En junio, coincidiendo con el corte de la Rampa por las desperfectos en el túnel de Rozadas, la Junta Provincial de Sanidad decidió establecer un control de viajeros en la estación de Linares, encargado a médicos de la Beneficencia provincial y municipal.
Por entonces, en las provincias de Castellón y Valencia los trenes procedentes de las zonas no afectadas comenzaron a ser fumigados, y los viajeros y mercancías observados por médicos, mientras que para los trenes procedentes de las zonas «calientes», se hacía pasar una cuarentena a sus viajeros y mercancías en lazaretos improvisados.
Mientras que en el mes de agosto el brote disminuía en el Levante, de modo que se restablecieron las circulaciones de trenes entre Alicante y Murcia, los trenes expresos entre Madrid y Barcelona quedaron suspendidos. Por todas partes, los trenes eran fumigados y revisados. En la estación del Norte de Madrid se dio el caso del fallecimiento de dos mujeres, tras haber sido sometidas a fumigación.
En Asturias se pretendía tomar medidas de mayor alcance, como la fumigación e inspección de todos los trenes que entraran procedentes de León. El Carbayón, diario asturiano de la mañana, publicaba la siguiente información en su edición de 8 de agosto de 1885.
El Gobernador Civil de la provincia Señor Casado y Mata ha recibido una carta del Sr. Buergo, en la que lo participa que pone a su disposición las casas que dicho señor tiene en la boca Sud del túnel de la Perruca con el objeto de destinarlas al reconocimiento, fumigación y desinfección de viajeros y mercancías.
El Sr. Buergo manifiesta además que la cantidad que pudiera percibir por el alquiler de dichas casas, la pone á disposición de la distinguida señora de Gobernador Sr. Casado, á fin de que pueda destinarla á un objeto caritativo.
Tenemos mucho gusto en consignar el acto de desprendimiento del Sr. Buergo.
Esperamos que la Junta provincial y su digno presidente continuarán gestionando hasta conseguir que se establezca en la Perruca el reconocimiento de viajeros, pues creemos este el único medio eficaz para evitar la invasión de la epidemia. Pero ha de ser pronto, sino se quiere llegar tarde.
Días después, la compañía del Norte respondió a la Junta de Sanidad de la provincia de Oviedo que el lugar que se planteaba como punto de parada de los trenes para su desinfección, no era el adecuado por la rampa existente en la boca sur del túnel de La Perruca. También fue desechado establecer un punto de desinfección en Villamanín.
Por el contrario, la compañía ferroviaria planteó la ubicación de un punto de fumigación de viajeros y equipajes en las inmediaciones de la estación de Oviedo. Así fue, y finalmente en la estación de Oviedo se establecieron medidas de modo que los equipajes y mercancías sospechosas eran sometidas a cuarentena en los almacenes, como sucedió con unos fardos de lana.
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