Este mes se ha producido el
derribo del edificio de la central térmica y subestación de Viesgo en Santa
Cruz de Mieres, instalación que alimentó la electrificación de la Rampa de
Pajares desde su inicio.

El desarrollo de la industria eléctrica en Asturias llegó de la mano de la explotación industrial de la energía hidroeléctrica durante las dos primeras décadas del pasado siglo XX. Hasta entonces, la electricidad era producida por las propias industrias consumidoras o por pequeños productores locales mediante saltos de agua, para consumo por los municipios y particulares afortunados. El desarrollo llegó con la formación de empresas de mayor tamaño, gracias a concesiones de cuencas hidrográficas completas, que les permitían expandirse, para distribución en un ámbito territorial concreto.
En las cuencas del Ayer y
Caudal, se estableció en Ujo en 1914 la compañía Energía Eléctrica de Asturias,
vinculada a la Sociedad Hullera Española, encabezada por Manuel Montaves
Martínez, subdirector de la compañía minera, y dirigida técnicamente por su
yerno Juan Rovira Sala. El inicio de la producción llegó mediante la
explotación de tres concesiones en el río Ayer en Carbayalín, Lorria y
Llananzanes, que alimentaban el salto de agua de La Paraya. En 1915 incorporó
la concesión para la explotación del río San Isidro.

El siguiente paso llegaría con
la construcción de una central termoeléctrica para sostener la producción en
periodos de estiaje y que podría aprovechar determinados tipos de carbones de
la Sociedad Hullera Española. Por este motivo se instaló frente al lavadero de
Sovilla dicha central, al otro lado del río Ayer, en Santa Cruz de Mieres. La
central termoeléctrica original disponía de cuatro calderas de vapor para
alimentar dos turbo-generadores de 10.000 y 2.500 kilowatios cada una de ellas.
En este punto estratégico, próximo a la unión de los ríos Ayer y Lena para
formar el Caudal, se ubicaba también la subestación principal de la compañía,
desde donde se iniciaría la distribución eléctrica de la producción. En
noviembre de 1921 se acoplaron las centrales de La Paraya y la térmica de Santa
Cruz.

La central termoeléctrica contaba
con un parque de carbones ubicado al otro lado del río Aller, dadas las
limitaciones de espacio de su ubicación, que estaba conectado mediante un sistema
de puente-grúa dotado de un cucharón de grandes dimensiones, que circulaba
sobre una infraestructura metálica que cruzaba sobre el río Ayer. Como gran
parte del carbón se recibía mediante un apartadero del ferrocarril Vasco
Asturiano, a pie de central, el carbón descargado en el apartadero se enviaba
al parque de carbones, al otro lado del río, y posteriormente volvía a cruzarlo,
ya homogeneizado con mezclas de otros carbones procedentes del lavadero de
Sovilla. Inicialmente, la central estuvo alimentada por el tranvía de la
Industrial Asturiana de Figaredo a Moreda, el mítico Zurrón, que discurría por
la carretera, entre la central y la montaña.
En 1919 la compañía Energía
Eléctrica de Asturias fue comprada por Electra de Viesgo, que había nacido en la
provincia de Santander; en aquel momento la compañía asturiana ya se había extendido al Occidente asturiano e instalado el salto de Camarmeña, en el río Cares. Para el suministro de
corriente eléctrica para la electrificación de la Rampa de Pajares, aunque
inicialmente estaba previsto que la propia Compañía del Norte instalara una
central termoeléctrica, finalmente firmó en junio de 1922 un contrato con
Viesgo para el suministro de una potencia de 6.000 kilovatios mensuales. Para
transportar la electricidad contratada se realizó una conexión entre la Central de Santa
Cruz y la subestación de La Cobertoria.

Tras la Guerra Civil, el
gobierno franquista impulsó el desarrollo de la energía hidroeléctrica mediante
la instalación de grandes embalses, en su afán de autarquía energética y así destinar
la producción hullera para la siderurgia. Sin embargo, durante gran parte de la
década de los cuarenta del pasado siglo, la pertinaz sequía, como así la acuñó
el Régimen, provocó grandes restricciones en el suministro eléctrico en todo el
país, de las que no escapó la propia Rampa de Pajares. Este escenario propició
el desarrollo y ampliación de varias centrales térmicas para garantizar el
suministro eléctrico en zonas industriales del país.
Así las cosas, la pequeña
central de Santa Cruz, con más de 25 años de antigüedad, sería renovada y
ampliada. El Consejo de Ministros de 31 de septiembre de 1948 autorizó las
expropiaciones necesarias y declaró de interés nacional las obras para la
ampliación de la Central Térmica de Santa Cruz de Mieres, que al parecer entraría
en funcionamiento en 1950. El nuevo edificio era de unas proporciones
desmesuradas, ejemplo del más puro estilo brutalista, más aún en su ubicación arrinconada
entre montaña y río, emparentada con otras centrales térmicas coetáneas, como
la aragonesa de Aliaga, de Eléctricas Reunidas de Zaragoza, que milagrosamente
aún sigue en pié. Estas mejoras y ampliaciones coincidieron con la conexión de la
línea eléctrica procedente de la gran central hidroeléctrica del Salto de Doiras,
en el Occidente asturiano, sobre el río Navia.

Las fuentes consultadas fijan
el año de 1968 como el momento en el cual la Central Térmica de Santa Cruz fue
desconectada de la red, aunque desde entonces se ha mantenido como central
distribuidora. En 1989 aparecieron grietas en los edificios de la central, que en
un informe del Instituto Tecnológico Geominero de España, realizado a
instancias de Riesgo, fueron achacadas a subsidencias mineras provocadas por la
explotación de un paquete cercano de Minas de Figaredo. Estas grietas y
deformaciones fueron en aumento y eran visibles desde el exterior en los
edificios.
En 2022 se iniciaron las obras
de renovación de la subestación eléctrica, con la sustitución completa del
parque de intemperie, que han finalizado en noviembre de 2025, con la
demolición del edificio de la central termoeléctrica, una pérdida más para el
patrimonio industrial asturiano. Al
parecer, en el interior del edificio aún se encontraba una las turbinas de vapor
originales de la casa suiza Escher Wyss.