miércoles, 19 de septiembre de 2012

La tragedia de La Perruca

El 6 de febrero de 1881 sucedió una terrible explosión durante la construcción del túnel de La Perruca. Las crónicas de la época lo relataban de este modo:



Serían las doce de la mañana del día 3, cuando se hallaban sentados junto á un gran fuego que ardía en la chimenea de una casa situada á la parte de la boca Sur del túnel de la Perruca, en Busdongo, el contratista de las obras del expresado túnel, M. Emmanuel Roitol, un hijo suyo, M. Français Mounier, capataz de mineros, y M. Jales Saltard, cajero del contratista. La casa estaba situada en el centro de los edificios que constituyen los talleres de las obras y habitaciones de obreros y empleados; sobre la chimenea había colocada una caja que contenía gran cantidad de cartuchos de dinamita, convenientemente armados de sus cápsulas para emplearlos en breve.

Habíase desencadenado a la sazón un furioso temporal, y esta circunstancia hizo que afortunadamente se suspendiesen los trabajos en la parte descubierta del túnel, y se trasladasen los obreros al interior. Como dijimos más arriba, hallábanse en una casa-almacén el contratista M. Roitol y su tenedor de libros, de origen también francés: un carretero asturiano se presentó á cobrar el porte de unas carradas de madera, que condujera de Lena; pero á causa de alguna pequeña diferencia que el carretero observó en la liquidación, debido más que á nada á lo muy mal que los franceses comprendían el español, llamó á M. Mounier, antiguo destajista de las obras del ferro-carril de Pajares, para que sirviese de intérprete. En el local ú oficina donde se efectuaba el pago, según refiere el carretero, se hallaba encendida una estufa, delante, y á poca distancia, una mesa de escritorio, de cuyo tirador sacaron el dinero para satisfacerle los portes, y detrás de la mesa un número regular de cartuchos de dinamita, colocados sin duda en aquel sitio para secarlos: apenas el carretero anduviera ochenta metros por la carretera de Asturias, cuando percibió el horroroso estruendo que produjera la explosión de los cartuchos de dinamita que hacía minutos viera á su lado.

Las tres personas que indicamos habían quedado en la oficina, murieron instantáneamente; varias tejas y maderas del boquete que la explosión produjo, fueron á caer á Vegalamosa, distante más de kilómetro y medio del sitio del suceso; el dinero que en la mesa se hallaba dispuesto para pagar el mes de Enero al peonaje de las obras, ha desaparecido, como todos los papeles y documentación de la oficina; sólo alguna que otra moneda se halló: momentos antes saliera de la casa un pobre peón que se presentara en demanda de trabajo.

A las doce y treinta y cinco minutos salió de la casa el hijo del Sr. Roitol para comunicar unas órdenes de su padre respecto á los trabajos que se estaban ejecutando, y á las doce y cuarenta y cinco, cuando el joven no había hecho más que llegar á la parte interior del túnel, oyóse una espantosa detonación, seguida de largas trepidaciones.

Obreros y empleados todos quedaron mudos de espanto, presintiendo alguna desgracia, pues todos sabían que á aquella hora no se efectuaba ninguna voladura. Pasado el primer momento de terror, lanzáronse fuera de los edificios y de las obras, presentándose á su vista un cuadro desolador. La casa en que se encontraban el contratista, el cajero y el capataz de mineros, estaba completamente destruida; brazos y piernas de cuerpos humanos se veían esparcidos entre los escombros, algunos á veinte metros de distancia de la casa; la caja de fondos completamente destrozada, y la de cartuchos de dinamita hecha astillas. Recogiéronse en primer lugar los mutilados cuerpos de los tres infelices que se hallaban en la casa, no pudiendo encontrarse hasta el día 6 la cabeza de M. Mounier, que, completamente separada del tronco, había quedado entre los escombros; algunos cartuchos de dinamita se encontraron sin arder, y entre las ruinas se recogieron 22.000 reales en metálico que contenía la caja.

La consternación que semejante catástrofe produjo en Busdongo y Pajares, es indescriptible. La Guardia civil se personó inmediatamente en el lugar del siniestro, y se dieron los oportunos partes á las autoridades é ingeniero de la línea, Sr. Sanz.
M. Roitol hacía poco tiempo que viniera á dar comienzo al contrato celebrado con la empresa para la construcción del túnel de la Perruca; era antiguo contratista y había trabajado en los ferro-carriles italianos: no se comprende en un hombre práctico la imprevisión de colocar tan cerca de la estufa los cartuchos de dinamita; su hijo, simpático joven, se salvó de la desgracia por haber manifestado que no tenía ganas de almorzar y ausentarse poco tiempo hacía en dirección del túnel: al saber lo ocurrido fué victima de tanto dolor, que se hizo necesario tomar precauciones para que no atentase contra su vida.

M. Mounier, que en tan mala hora se presentó á ser intérprete, gozaba de generales simpatías en Pajares, donde residió algunos años y era uno de los innumerables destajistas sumidos en la desgracia por suspensión de pagos de la antigua compañía concesionaria del ferro-carril Leonés-Asturiano, ó de su constructor general Sr. Ruiz de Quevedo.

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