En el mes de mayo de 1885 la prensa se hacía eco de los movimientos de
la montaña en el interior del subterráneo de Rozadas (o Las Rozadas, como también aparece escrito), por lo que las
cerchas metálicas que estaban colocadas se habían cerrado. Esta situación
obligó a que en los coches de viajeros empleados en la línea de Pajares hubo
que recortar en tres centímetros el vuelo de los estribos de los mismos, para
evitar su choque con las cimbras. Anteriormente, la garita de un guardafrenos
había parcialmente arrancada al chocar contra una de las cimbras.
Boca lado Gijón del túnel de Rozadas. Fotografía de José Luis Fernández García. |
El túnel contaba con vigilancia continua y se estudiaba la forma de hacer un revestimiento completo que pudiera contener los desprendimientos, o incluso convertir el túnel en una trinchera.
En junio de 1885, el diario leonés «El Campeón» publicó que varias de
las cerchas y tirantes colocados en el interior del túnel de Rozadas habían
comenzado a reventar. Esta situación, por orden del inspector del ministerio de
Fomento, obligó a que los trenes atravesaran el túnel en vacío para evitar
riesgos. Los viajeros debían atravesar la montaña a pie por el camino exterior,
con el consiguiente revuelo e incomodidades. La prensa asturiana y leonesa clamaba
por el cierre de la línea hasta que el paso por la misma no supusiera ningún
riesgo para los viajeros.
Los desprendimientos en el interior del túnel fueron a más e
interceptaron el gálibo, por lo que los trenes ya no podían pasar por el túnel,
y se realizaba el trasbordo de los viajeros hasta la inmediata estación de Linares
mediante una vagoneta por el interior, junto al correo postal, lo que suponía
un incremento de casi dos horas en el recorrido del paso por Pajares. Esta
situación implicó en una ocasión a la familia del ministro de Fomento, esposa e
hijos, que se desplazaba a Asturias a pasar el veraneo, y que llegaron a la
estación gijonesa en plena madrugada, por lo que la presa de Madrid difundió el
caso. A finales del mes de junio se realizaron las reparaciones oportunas para
permitir el paso de nuevo del tren Correo, y unos días después, también el paso
de mercancías de Pequeña y Gran Velocidad.
Conocemos que en el mes de septiembre, un tren que conducía cañones de
gran calibre producidos en la Fábrica de Trubia, con destino a Filipinas,
atravesó el túnel, En aquel momento la provincia española de ultramar se
encontraba en los prolegómenos de su guerra de independencia, que estallaría meses
después. Tras la apertura del canal de Suez, todo el tráfico marítimo entre la península
y Filipinas se encauzaba a través del puerto de Barcelona. Conocemos este
hecho, ya que a su paso, el tren provocó el choque contra los pies derechos de
las cimbras. El jefe de artillería que acompañaba al convoy, al parecer, sufrió
una gran conmoción.
En el mes de agosto el túnel se encontraba en reparación, junto al
puente de Valdetocinos y el muro de La Parra. La compañía del Norte suspendió entonces
los trabajos, que eran realizados por una contrata hasta el momento, para pasar
a realizarlos por administración. Suponemos que ya con las obras reanudadas, la
situación fue resuelta, por los propios intereses de la compañía ferroviaria.
La historia del túnel de Rozadas, o túnel 52, no estaría exenta de
sucesos con posterioridad. En febrero de 1892 se cortaron 11 vagones de un tren
de mercancías entre las estaciones de Linares y Navidiello y fueron a
estamparse contra las paredes del túnel de Rozadas al haber descarrilado, con
el resultado de la muerte del Conductor de Norte que viajaba en el vagón de
cola, Agustín García. En la madrugada del 15 de junio de 1897 un cartucho de
dinamita estalló en su interior, produciendo desperfectos en uno de los pies
derechos del túnel.